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La madre naturaleza

Gaia nos alimenta, nos cuida,  nos protege, siempre está disponible, no juzga… es nuestra mejor compañera de viaje. Es espléndida, nos nutre con todo lo que necesitamos para vivir y prosperar, como toda buena madre, cuida de sus hijos sin esperar nada a cambio.

La madre tierra nos entrega agua fresca, limpiando naturalmente la contaminación y toxinas en sus cuencas, humedales y bosques. Los suelos, los microrganismos y las raíces de las plantas también juegan un papel importante en el filtrado y el reciclaje de contaminantes. Además, nos brinda un suelo fértil y saludable, polinización, dispersión de semillas y control de plagas gracias a los insectos, las aves, mamíferos y peces.

La tierra nos ofrece sus mejores alimentos, los alimentos más sanos y los que mejor favorecen la renovación y autorregulación del cuerpo, las frutas, las verduras, los frutos secos, los cereales, las legumbres… que han recogido durante todos los meses de maduración la energía de los cuatro elementos de la naturaleza (tierra, agua, aire, sol). De los cuatro elementos de la naturaleza, los alimentos vivos extraen el quinto elemento, es decir la “quintaesencia” o energía vital.

Piedra, arcilla, madera, barro, corcho, bambú, cobre, mármol… son materiales que usamos desde los tiempos de los hombres de las cavernas, y que Gaia nos sigue entregando para usar y construir.

La madre naturaleza nos obsequia con infinidad de medicinas que salvan millones de vidas a diario, las hierbas, plantas, árboles y semillas son medicinas naturales que podemos usar, como aceites, infusiones, polvos, extractos, esencias…

A parte de todos estos extraordinarios regalos visibles, hay otros que no lo son tanto, nos enseña conocimiento, armonía, ciclos, sabiduría, continuidad, muerte y renacimiento, contentamiento de todas las cosas, la importancia de la vida, el significado de la vida…

Nos regala salud, cuando contemplamos la naturaleza nos alimentamos de ella, recogemos energía de lo que vemos, escuchamos, olemos y tocamos.  Para recoger toda la energía de la madre naturaleza, y nutrirnos de ella, tenemos que bajar del pensar al sentir, bajar al mundo de los sentidos.

Al caminar por el campo, el bosque, la playa o la montaña, además de recoger la energía de los cuatro elementos (tierra, agua, aire, sol), captamos los colores de las piedras, plantas, árboles y animales, y con ello nos cargamos de energía y vitalidad. Por el olfato nos entra el aroma de la tierra, flores, plantas y árboles, también la energía del aire al respirar conscientemente en plena naturaleza, la energía de la vida.

La armonía de los sonidos en la naturaleza, como el canto de los pájaros, viento soplando entre los árboles, nuestras pisadas al caminar… nos ayudan a buscar nuestra propia armonía, a sentirnos mejor y recuperar el ritmo interno perdido, y así recuperar la salud. Acariciar a un perro o un caballo, abrazar a un árbol, sentir la brisa en nuestra cara, hundir nuestras manos en la tierra o sumergirnos en el mar… nos hace bajar al mundo de los sentidos de inmediato, sentirnos vivos,  plenos,  sentir ternura,  sentir como fluye la energía de la vida.

Todos vamos a la playa o las montañas para  sumergirnos en un entorno natural, porque es saludable para nuestra mente, emociones y espíritu. La madre naturaleza nos restablece, nos calma, alivia el estrés, nos trae paz y renovación. No podemos decir por qué y cómo, pero nuestra madre tierra siempre lo hace con su gran belleza.

Si cortamos la unión con Gaia descenderá nuestra energía y nuestra capacidad de vivir, y la capacidad de vivir es lo que nos queda en un mundo en el que predomina el pensar o intelectualizar sobre el sentir.

Nos inspira, ¿Qué sería el arte sin la naturaleza? La naturaleza siempre ha sido la fuente de inspiración más abundante para los artistas, y una gran cantidad de arte representa a la naturaleza, pinturas, dibujos, relieves, arte rupestre, poemas, canciones, libros, fotografía, cine… El arte no puede sobrevivir sin flores, nubes, árboles, prados, mares, estrellas, el sol, pájaros… la naturaleza es arte en sí misma, solo necesita que la escuchemos, que la observemos atentamente, que la sintamos.

Si bien parte de lo que Gaia nos brinda es medible, la mayor parte es simplemente incalculable, quizás el don más difícil de medir de la naturaleza es su conexión arraigada con la espiritualidad. En el cristianismo, budismo, hinduismo, los musulmanes, las culturas indígenas… la veneran con razón. No  es necesario ser religioso para comprender la importancia de la naturaleza para el espíritu humano, solo necesitamos pasar tiempo a solas en un bosque sombrío, sentarse en una playa olvidada,  ver un amanecer, tocar la columna vertebral de una rana viva o ver el cuarto de la luna oscilar detrás de las siluetas de una montaña.

En definitiva, la madre naturaleza es un conjunto vivo, un “ser” vivo en el que todos sus elementos están relacionados entre sí: la tierra, el agua, el aire, el sol, los vegetales, los animales, el hombre… y cada uno de ellos mantiene el equilibrio con los restantes.

La madre naturaleza y la ciencia

Ahora sabemos que la intuición tiene base científica, y la ciencia ratifica el acierto de la actitud vital promovida por nuestros abuelos y antepasados, las filosofías de vida clásicas y las culturas indígenas.

La vida en contacto con la madre naturaleza mejora el sistema inmunitario, disminuye el dolor, acelera la cicatrización, mejora el sueño, ayudar a controlar la diabetes, reduce la presión arterial, reduce la inflamación, reduce la viscosidad de la sangre, mejora el estado de ánimo positivo, la vitalidad y el bienestar psicológico, y rebaja la tensión psicológica, el estrés, la ansiedad, el insomnio, la depresión, la ira y la fatiga… te regala vida.

El “shinrin-yoku” (baños de bosque)     

Desde 1982 en Japón se promueven el “shinrin-yoku” (baños de bosque), una actividad que consiste en recorrer de manera relajada y silenciosa un ecosistema forestal y sumergirse en el entorno empleando todos nuestros sentidos. Entrar en contacto con el aroma del bosque, recargado de fitoncides, la experiencia sonora, visual y olfativa se convierte en una actividad que regula el organismo.

Ahora, el país nipón cuenta con 62 bosques con fines terapéuticos que atraen un total de 5 millones de visitantes cada año.

Earthing y Grounding (caminar descalzo)

La Tierra tiene una carga negativa rica en electrones, caminar descalzo al aire libre proporciona un suministro abundante y poderoso de electrones antioxidantes que eliminan los radicales libres, es particularmente beneficiosa para combatir la inflamación, que es la causa subyacente de casi todas las enfermedades y trastornos. “Todavía queda mucho por descubrir” dice James Oschman, doctor en biología por parte de la Universidad de Pittsburgh en Pensilvania.

El efecto 3 días: Como la naturaleza calma tu cerebro

Florence Williams y un equipo de investigadores guían a ex veteranos de guerra, supervivientes del tráfico sexual, e incluso a un autoproclamado enemigo de la naturaleza, a participar en las sesiones al aire libre de tres días. Los resultados entre todos los sujetos son genuinos y asombrosamente sorprendentes. La depresión y el trastorno de estrés postraumático parecen desvanecerse, la calma y la paz se logran, los avances se disparan y los bloqueos creativos desaparecen.

“La naturaleza es una poderosa medicina”, Florence Williams, fellow at the Center for Humans and Nature, and a visiting scholar at George Washington University.

Árboles Inteligentes

Suzanne Simard, ecóloga de la Universidad de British Columbia y Peter Wohlleben, silvicultor, dejan la vida de los árboles al descubierto, gracias a sus fascinantes investigaciones y al amor que le profesan a la madre naturaleza.

Un árbol no hace un bosque, no es capaz de crear un clima local equilibrado, está expuesto al viento y a las inclemencias del tiempo. Sin embargo, los árboles juntos crean un ecosistema que amortigua el calor y el frío extremos, almacena cierta cantidad de agua y produce un aire muy húmedo. Si todos los ejemplares se preocupasen sólo de sí mismos, muchos de ellos no llegarían a la edad adulta.

Hay una conexión física entre las especies, en una relación respetuosa, es un compartir, hay una familiaridad en los bosques, donde los más antiguos son los más importantes. Hay reciprocidad en la naturaleza, la naturaleza da y devuelve, hay un ir y venir constante

Suzanne Simard

Amistad

Establecen vínculos amistosos, eligen a qué árboles ayudar y con cuáles aliarse. Los árboles son capaces de reconocer las raíces de otras especies, así como las de los miembros de su misma especie, los árboles son capaces de ayudarse y hasta de mimar a otras especies, saben que juntos funcionan mejor.

El intercambio de nutrientes, la ayuda vecinal en caso de necesidad, es claramente la norma y se traduce en la aseveración de que los bosques son superorganismos, es decir, una estructura similar a un hormiguero 

Peter Wohlleben

Se comunican…

Los árboles de un bosque se comunican entre ellos, se ayudan cuando alguno está en condiciones menos favorables y se alertan ante posibles peligros. Sean de la misma o de distinta especie, están conectados entre sí a través de una red subterránea de micorrizas (hongos que se conectan entre ellos y con las raíces de los árboles), por la que se traspasan recursos vitales, como carbono, agua, nitrógeno y fósforo, configurando un verdadero sistema (es como internet).

Los árboles, como el resto de seres vivos, cuentan con un lenguaje a base de olores y sabores, que usan para comunicarse entre sí y para defenderse, como espantar a los herbívoros, o atraer a las abejas.

Noción del tiempo, sincronía y memoria

Las plantas son capaces de distinguir el otoño y la primavera, gracias a lo que se conoce como “memoria de invierno”, o la necesidad de frío antes de florecer. Algunas reconocen el amanecer. Wohlleben asocia esta capacidad de sincronizarse, en el caso de los árboles, con su pertenencia al grupo. Los árboles del bosque prefieren florecer todos al mismo tiempo, ya que de esta manera pueden mezclarse los genes de muchos individuos.

Reconocen a sus familiares

Los árboles juegan distintos roles dentro de esta red, los más grandes y viejos «árboles madre» son los que están más conectados con el resto y, cuando germinan los árboles más jóvenes (plántulas), les transfieren elementos vitales. Les envían más recursos a las plántulas que descienden de éstos que a los extraños.

Las redes de árboles «son robustas y muy resilientes al daño», ya que cuentan con múltiples conexiones, pero advierte que, a la vez, pueden ser altamente vulnerables si se pierden los árboles madre, y toda la red puede colapsar, son los nodos centrales (del sistema).

Para aquel que sabe que los árboles sienten dolor, que tienen memoria y que los árboles progenitores viven con sus retoños, ya no es tan fácil talarlos, ni deambular con grandes máquinas a su alrededor

Peter Wohlleben

Un aspecto llamativo que detectaron es que cuando un árbol madre va a morir acelera la transferencia de carbono a sus árboles más pequeños y a otros árboles vecinos, dirigiendo esa energía a ciertos individuos dentro de su comunidad.

Simard interpreta que hay una inteligencia, una sabiduría, una protección que se trasmite de una generación a la otra. Estas plantas están conectadas en el tiempo y en el espacio, y a través de las generaciones, el bosque es un ejemplo de cómo funciona el equilibrio en la naturaleza.

Nosotros, como personas, tenemos tanto que aprender… Esto nos enseña a construir alianzas, fortaleza comunitaria, donde cada uno de los miembros tiene un rol y que juntos somos más fuertes». «Hay que reinsertarnos como actores de este entorno y tratar a estas criaturas como si fuesen iguales a nosotros, porque las necesitamos

Suzanne Simard

Los 5 elementos

La tradición japonesa, con influencia de las filosofías budista, tibetana e hinduista, denomina a los 5 “godai”, que significa literalmente “cinco grandes”, y son el agua que representa la fluidez, el aire simboliza la expansión y la libertad de movimientos, el fuego del sol encarna la pasión y el crecimiento, la tierra personifica la solidez y el vacío, y el cielo que escenifica la energía pura, las cosas que no son de este mundo.

El agua

El agua es el origen de la vida, durante los 9 meses de gestación nadamos en ese océano materno. Al final de este proceso “se rompen las aguas”, nacemos del agua y aparecemos a la luz (dar a luz). El agua es una de las fuerzas del universo que se manifiesta en forma de un fluido adaptable, que comunica todo el organismo humano y todas sus células para el equilibrio al que llamamos salud.

Somos agua en dos terceras partes o más, como lo es la naturaleza. En la naturaleza cuando hay agua hay vida, cuando falta aparece la muerte, en nuestro organismo ocurre los mismo. Si el agua circula la vida sigue, si se estanca aparece la enfermedad.

El agua nos limpia por dentro y fuera, nos descarga cuando hemos trabajado en exceso, estamos deprimidos, tristes, cansados… sentimos rabia y miedo o nos hemos expuesto en demasía a los ordenadores, luz eléctrica, ondas electromagnéticas… Una buena ducha, un baño o sumergirse en el mar basta para  recupera la energía y vitalizarnos. El agua es tan poderosa, que simplemente con beber un poco de agua, un zumo de frutas o verduras, nos recarga igualmente de energía.

Pasear a la orilla del río y del mar, nos ayuda a recuperar la energía, a recuperar el ánimo y con ello la salud. Cuando contemplamos una fuente, un río, el mar, una caída de agua, nos despierta en lo más íntimo de nuestro ser sensaciones de vitalidad acompañadas de calma y quietud. El sonido del agua saltando y jugando es uno de los más relajantes de la naturaleza.

Añade a tu ducha diaria un toque de naturaleza, coloca pequeñas piedras pulidas en el suelo de la bañera y acaba las duchas con unos instantes de agua fría (cambiar gradualmente) en la medida en que puedas aguantarla. Así, tonificas el sistema termorregulador y haces que la piel y los músculos reaccionen.

El Agua  tiene el poder de unir, amalgamar y también el de disolver. El Agua nos enseña fluidez, adaptabilidad y a ser transparentes.

El aire…

El Aire es lo que expande, difunde y relaciona, es señal inequívoca de la presencia de vida, y cuando esta nos abandona, se extingue también la presencia del aire, del aliento. Podemos estar semanas sin comer, unos días sin beber, pero si estamos 5 minutos sin respirar, expiramos.

Vivimos en el aire, inspirando cojo toda esa energía de la naturaleza  del aire, y  espirando me entrego a esa naturaleza. Los bosques, los árboles y las plantas son los pulmones de la naturaleza, y nuestros pulmones recogen ese aire, ese oxígeno tan vital para recuperar la energía en nuestro interior.

El oxígeno del aire es necesario para la combustión de las sustancias nutritivas que ingerimos en los alimentos. Si queremos quemar un trozo de leña necesitamos ponerlo en contacto con el aire, al soplar el fuego con un fuelle, la leña se quemará mejor aportándonos más energía y calor. Si no hay aire el fuego se apaga.

Lo mismo ocurre en nuestro interior, el oxígeno que llega a nuestras células “quema” o da lugar a una «combustión» de las sustancias nutritivas y en esa combustión interior produce energía y calor. Energía para el vivir diario y calor que mantiene la temperatura del cuerpo constante, alrededor de los 37º C. Cuanto más aire respiramos más energía y calor tenemos, el aire mantiene vivo nuestro fuego interno, nuestro organismo calórico.

Una respiración profunda y tranquila nos ayuda a recoger la energía del aire y a tranquilizar la mente, una respiración agitada y superficial nos altera. La respiración sana es como las olas del mar, que rítmicamente van y vienen.  El miedo corta la respiración, la tristeza la disminuye y la depresión la apaga, el amor expande los pulmones y nos hace respirar a pleno pulmón.

No hay nada, como pasear por un bosque, un lago o una playa mientras observamos como entra y sale el aire por nuestra nariz para relajarnos, para sentir. Tumbarse en el campo y respirar la fragancia de las de flores, sentarse debajo de un árbol y oler la tierra húmeda o yacer en la arena de la playa mientras el aire del mar entra y sale de nuestros pulmones, nos da vida, nos conecta con el amor.

El sol…

El Fuego es lo que dinamiza, transforma y libera. El fuego está siempre relacionado con el concepto de purificación, energía primaria, vida, calor y civilización.

El sol es un elemento necesario para la vida, sin el calor del sol no habría vida  en la tierra, tampoco en nuestro organismo. Es necesario para la piel y para la salud de todo nuestro organismo, además de luz, nos aporta calor y vida, tonifica y da vitalidad a la piel, y a través de ella a todo nuestro cuerpo, la piel recibe la luz y la envía a todas las células.

La luz es importante para la piel, para el cuerpo, como lo es para la mente, nos entristecemos ante un día nublado y alegramos cuando hace sol, la luz abre a las flores y también a las personas.

El sol hace posible que los vegetales tomen el carbono del gas carbónico del aire para crecer y liberen gratuitamente el oxígeno para todos los seres humanos y animales, que lo necesitamos para nuestra respiración. El sol “cocina” para nosotros las plantas que nos alimentan, cuando comemos frutas, verduras, frutos secos, cereales… comemos sol, vivimos de la luz.

Caminar por una playa, por el campo, o simplemente tomar el sol desnudos para que todas nuestras partes se puedan beneficiar de él, nos ayuda sentirnos libres y vivos, su amor y calidez llegan a todos nuestros rincones, transmitiéndonos seguridad y vigor.

Toma baños de sol en cualquier estación del año, procurando que en verano sea antes de las 10 de la mañana o después de las 6 ó 7 de la tarde, y en invierno al mediodía. La mejor protección y la más eficaz ante el sol es no exponernos en exceso y la progresiva adaptación a los rayos solares.

Al anochecer, podemos igualmente exponernos a la luz de la luna.

La Tierra

La Tierra es lo que confiere solidez, da estabilidad, endurece y aísla, tanto en  lo físico, psíquico y espiritual. El elemento tierra es el de la nutrición, de la seguridad, la protección, la estabilidad y la disciplina.

La tierra sigue sus ciclos naturales para su buen funcionamiento, nosotros también los tenemos y seguirlos es necesario para el mantenimiento de la salud física, psíquica y social.

El descanso de la tierra es indispensable para su regeneración, así la madre tierra puede seguir nutriéndonos sanamente, nuestro cuerpo y mente se regeneran mientras descansamos, mientras dormimos. Todo lo que sucede en el planeta tierra vive entre épocas de actividad y reposo. Cuando trabajamos en exceso y no descansamos, perdemos el poder de regeneración y la vitalidad, a la tierra le ocurre lo mismo.

La vida sobre la tierra es movimiento, todo en el universo se encuentra en continuo proceso de cambio y movimiento. El hecho de vivir sobre la tierra nos permite mantener el movimiento de nuestro cuerpo físico, incluso en el descanso del sueño las células del cuerpo se “mueven” continuamente para mantener la vida, curar al cuerpo de lo utilizado y consumido durante la actividad normal del día a día.

Al caminar en el campo, en la playa o en el monte, movemos el cuerpo y mantenemos contacto con la naturaleza que nos rodea. Nos nutrimos de la naturaleza de la que formamos parte, incluso si no somos conscientes de ello, no podemos olvidar que un “cordón umbilical” invisible nos une a la tierra.

Caminar descalzos por un bosque, pisar la hierba, el barro o la arena de una playa mientras respiramos conscientemente, nos funde con la tierra, nos hace sentir su energía, su  electromagnetismo, su poder. Necesitamos pararnos y sentir nuestro cuerpo interior, al mismo tiempo que el “cuerpo” de la naturaleza en la que vivimos, necesitamos pararnos para cargarnos.

Busca cada día momentos para entrar en contacto con la tierra, así descargas la electricidad estática acumulada en tu cuerpo y tomas contacto con las energías de la Tierra.

La energía vital

Recogemos la energía de la tierra, aire, agua y el sol y a partir de ellos extraemos el quinto el elemento, Qi, Ki, Prana, Neuma, Orgón, Ruaj… y  en occidente lo llamamos Energía vital.

Es la energía sutil esencial que subyace a toda la realidad, da vida al cuerpo y lo mantiene sano, vibrante y vivo. Todo el universo es una manifestación de la energía Vital, el poder creativo de todo lo que es, el origen de todo lo que existe. Esta energía adopta distintas formas según su calidad y frecuencia vibratoria.

Esta energía vital está en constante movimiento durante toda la vida. No sólo en seres humanos, animales o plantas, sino también en los océanos y montañas, minerales y bacterias. La parte más pequeña de un átomo tiene energía vital. Donde hay energía vital hay movimiento, crecimiento, cambio y actividad y donde no hay energía vital no hay actividad. 

La energía no se crea, ni se destruye… pero si aprendemos podemos cuanto menos, sentirla.

Conectar con la Madre Naturaleza

Cuando percibes la naturaleza sólo a través de la mente, del pensamiento, no puedes sentir su plenitud de vida, su ser. El pensamiento reduce la naturaleza a un bien de consumo, a un medio de conseguir beneficios, conocimiento, o algún otro propósito práctico. El antiguo bosque se convierte en madera, el pájaro, en un proyecto de investigación, la montaña, en una mina.

Acércate a la madre naturaleza, sin pensamiento, sin mente, acércate sintiendo… ella te responderá y participará en la evolución de tu conciencia y te mostrará el camino al hogar.

Recuerda, tú no creaste tu cuerpo, y tampoco eres capaz de controlar las funciones corporales. En tu cuerpo opera una inteligencia mayor que la mente humana. Es la misma inteligencia que lo sustenta todo en la naturaleza. Para acercarte al máximo a esa inteligencia, siente la vida, siente la presencia que anima el organismo.

Necesitamos pararnos y sentir nuestro cuerpo interior, al mismo tiempo que el “cuerpo” de la naturaleza en la que vivimos.

¿Cómo lo hago?

Simplemente ve a una playa, a unas termas, al campo, al río, a la montaña, a un bosque…  camina descalzo por la hierba, tierra o arena mientras respiras conscientemente por la nariz, estamos integrándonos con la tierra, sintiendo su energía, su electromagnetismo.

Lleva tu atención a una piedra, al agua, a un árbol o a un animal, simplemente percíbelos, date cuenta de ellos. Serénate, mira, escucha y observa cómo cada planta y animal son completamente ellos mismos. Entonces se te transmite algo de su esencia. Puedes sentir lo aquietado que está y, sintiéndolo, surge en ti esa misma quietud. Sientes lo profundamente que descansa en el Ser, completamente unificado con lo que es y con dónde está. Al darte cuenta de ello, tú también entras en un lugar de profundo reposo dentro de ti mismo.

Ahora busca un lugar tranquilo y siéntate o túmbate, cierra los ojos y respira por la nariz, mientras observas como sale y entra el aire por las fosas nasales. Podrás percibir los múltiples sonidos sutiles de la naturaleza, el susurro de las hojas al viento, el sonido de las olas del mar, el zumbido de un insecto, el movimiento del agua,  el canto de un pájaro… Entrégate completamente al acto de escuchar y sentirás, que más allá de los sonidos, hay algo mayor, una sacralidad que no puede ser comprendida a través del pensamiento.

Observamos como se mueve nuestro diafragma, y podemos compartir con la madre naturaleza nuestros pesares, alegrías, miedos y necesidades. Como buena madre que es, está siempre disponible, no nos juzga y siempre nos va ayudar en nuestro camino.

Seguimos respirando mientras observamos como entra y sale el aire por la nariz, percibe el cuerpo en ese momento, si hay alguna tensión, pensamiento, sentimiento, dolor… simplemente obsérvalos y estate con ellos. Detrás de las tensiones y dolores físicos se esconden la ansiedad, el miedo, la tristeza, la soledad, la rabia… y en ocasiones, si somos afortunados comienzan a florecer.

En la naturaleza salen de una manera más amable, más apacible, simplemente obsérvalos y estate con ellos. Nos irán mostrando momentos de nuestras vidas ocultos, momentos que en su momento decidimos tapar. Simplemente hay que hacerlos conscientes a través de la observación. Si en algún momento se hace muy intenso, pones la atención en la respiración, y le pedimos ayuda a la madre naturaleza, le decimos que nos ayude a lidiar con ello, con la intensidad, que salgan poco a poco, que nos lo ponga más fácil… que no los vamos a rechazar. Como toda buena madre, cuidará de nosotros y nos facilitará nuestro camino.

Al conectarnos con la madre naturaleza borramos los recuerdos de dolor del pasado y nos liberamos de la armadura protectora que hemos construido, esa armadura que nos protege de esos sentimientos,  sin embargo, esa armadura nos impide vivir, nos roba nuestra alegría y fuerza más profunda. Y así no se puede vivir, porque hacer esto  nos limita como si estuvieran en prisión.

La naturaleza que somos nos enseñará el camino a casa, el camino de salida de la prisión, el camino a la luz, el camino a la salud.

Para saber más

VISITA LA NATURALEZA Y SIENTE

The Life Science Health System, T.C.Fry

HIPÓTESIS DE GAIA, James Lovelock, Lynn Margulis, por: Erwin Andrei Hortua Cortes, universidad distrital “francisco jose de caldas”, julio de 2007

Dr. Karmelo Bizcarra, varios artículos y vídeos, como Los 4 elementos de la naturaleza, filosofía higienista, el sol, la tierra… www.zuhaizpe.com

www.naupanypuma.com y sus películas

Intelligent Trees, The documentary

Libros, artículos, investigaciones, publicaciones de Suzanne Simard Peter Wohlleben.

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